"Y ella, viéndose caída sintió morir. Creyó que el cielo la había abandonado y se entregó al sufrimiento. Entonces, una voz sonora y calma se dejó escuchar, diciendo: Nunca has estado sola. Yo siempre estoy a tu lado. Te regalaré el par de alas que necesitas para volar al infinito y encontrarme. Ella sonrió al mirar las plumas doradas de sus inmensas alas. Las abrió y aleteó, subiendo y subiendo con renovadora esperanza. En lo más alto de la montaña universal encontró a Dios, y nunca más le dejó".
domingo, 10 de marzo de 2013
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