Yo creía que los espectros habitaban fuera, en un mundo
paralelo al nuestro. Espíritus como sombras que aterrorizaban las noches y convertían
los días en pesadillas; almas en pena que arrastraban cadenas… hasta que
llegaste tú.
-Yo ya me he ido –dijiste con una sonrisa malévola dibujada
en el rostro.
-Pero sigues en mis pensamientos, acechando los recovecos
más escondidos de mi mente –refuté nervioso.
-Cierto, porque tú no has deseado liberarme –respondió con
un dejo de tristeza.
-Jamás voy a liberarte –dije viéndole entrar de nuevo a mi
mente. Los espectros más peligrosos son los que voluntariamente acogemos.
Contemplé la tela ajustada de mi camisa de fuerza. Nunca podría salir de aquí.
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