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jueves, 11 de abril de 2013

Estreno Mundial Noche de Brujas III, "Crónicas de Sangre" Todos los derechos reservados, Mariela Villegas R.

Lo prometido es deuda. Hoy, día 11 de abril de 2013, se estrena el primer capítulo de mi novela Noche de Brujas vol.3, "Crónicas de Sangre". Espero sinceramente que les agrade. Estaré actualizando los capítulos semanalmente, aunque solamente subiré los primeros. Todos los derechos están reservados INDAUTOR, MÉRIDA, YUCATÁN, MÉXICO. 
ADVERTENCIA: Esta novela contiene escenas descriptivas y explícitas de sexo y violencia. Exclusivamente para mayores de edad. Gracias por su comprensión.
A disfrutar amores, que la vida se hizo para vivirla y sonreír. Les amo.



Prefacio:

Meses han pasado desde que la hechicera de mis sueños, Madison Alexander, accedió a ser mi esposa. La esposa de un inmortal, los peores enemigos de la magia L'essence. Willian Mircoff y su aquelarre de malnacidos ha quedado extinto, pero un peligro mas grande nos acecha: Devorah Vilerious, la princesa de los vampiros, ama y señora de nuestro mundo. Está tras los poderes de Madison, queriendo robar el equilibrio universal para los suyos y transformarles en entes mil veces más potentes y capaces de aniquilar a cualquier forma viviente con mayor eficiencia. Yo ya no me puedo llamar un vampiro común. Dejé de pertenecer a los sempiternos el día que me enamoré perdidamente de mi bruja, pero estoy seguro de que Devorah, mi ex perversa pareja, no se quedará de brazos cruzados viendo como su rival más acérrima y yo, somos felices en nuestra nueva vida como marido y mujer. Mi nombre es Antoine Petrucci, eterno enamorado de la reina de las hechiceras. Le he perdido el miedo a la noche de brujas... Ahora toca el turno de los inmortales de hacer sus movimientos, y no será una situación agradable. Estas son mis crónicas de sangre.



Capitulo 1: "Sucesos recientes"

Madison y yo llevábamos tres semanas de haber retornado de nuestro viaje a Miami para resolver una situación con un aquelarre subversivo comandado por Damien Wallace. Fue un desastroso intento por derrocar a Devorah Vilerious, la princesa vampira, y tomar los poderes de Madison -como si ningún inmortal pretendiera lo mismo-. Damien engañó a los suyos de forma vil, aunque todo se resolvió de manera positiva para los involucrados y nosotros. Ahora, gracias al apoyo que brindamos a un grupo al que bautizamos amablemente "aquelan", por contener una mezcla similar a la nuestra de vampiros, una hechicera y un humano, comandados por Dominic Lestrath, contábamos con más gente en nuestro frente para defendernos de nuestros enemigos, que resultaban demasiados. A eso nos dedicábamos en estos días, a combatir las fuerzas de lo obscuro.
Apoyaba a Madison en cada paso que diera, grande o pequeño. Me había convertido en más que su protector, ya que ella podía prescindir de esos servicios. Era su acompañante eterno.
La historia de lo ocurrido en Miami es bastante larga, así que la relataré lo más resumida posible:

Dominic Lestrath, un sempiterno al que alguna vez rescaté de la muerte a manos de un brujo de L'essence, se enamoró de una mortal, y no de cualquier mortal: de una prostituta por la cual nadie daba un centavo, Felinnah. La chica vivía con otra pequeña jovencita que corría la misma pésima suerte que ella. Eran hermanas de alma. Dominic, perteneciente al aquelarre Lestrath de Miami, Florida, y un vampiro maquiavélico que no medía las consecuencias de sus actos, cayó dominado por la fuerza de la personalidad de Felinnah, quedando perdidamente enamorado de ella y ella de él. Una vez que comenzó su tormentosa relación, se desataron eventos que resultaron en desastre. Chrystal, la compañera de Felinnah, era en realidad una bruja de L'essence que había escapado de la muerte a manos de Damien, líder del aquelarre Wallace de Orlando y potencial genocida de hechiceros. El verdadero nombre de la chiquilla era Renatta Graciano y conocía el secreto que encerraba la mirada de Felinnah, aunque nunca lo dijo hasta que fue tarde. La aparentemente ordinaria callejera, era una mortal hija de inmortal.  Había sido concebida a causa de un íncubo, esto quiere decir que su padre era vampiro. Obviamente ella no tenía idea de esto.
Felinnah pasó por todos los estados del ser natural y sobrenatural: la mortalidad, la magia de L'essence, y finalmente encontró su lugar en la inmortalidad. Sucedió de la siguiente manera…
Al enterarse Fels que su amiga era bruja y enfrentar el abandono momentáneo de Dominic por temor a represalias de los demás vampiros al tratar con una de sus enemigas, Renatta la convenció de ser ascendida y así poder “salvarse” de una muerte segura a manos de los inmortales. Aceptó y se transformó en hechicera sin desearlo en realidad.
Dominic entró en razón al poco tiempo de dejarla, reconociendo que no podía vivir sin ella y luchando para que Fels  aceptara que habían nacido para estar juntos. La única diferencia entre la raza de vampiros natos a la que pertenece Felinnah y nosotros, sempiternos comunes, es que ella no puede ser asesinada por los medios convencionales. Solamente la puede matar otro inmortal nacido arrancándole el corazón. Desconocemos hasta la fecha la existencia de alguien más con esta peculiaridad, pero si ella vive, es seguro que hay más de su raza, que lo más cercano a la raza pura de inmortales en el universo.
Una red de engaños se tejió alrededor de todos ellos. Fels perdonó a Dominic y lo tomó como pareja, y otro problema se suscitó. Renatta era la única que conocía el verdadero origen de Felinnah y, revelándole a Dominic parte de esa verdad, decidieron ocultársela para resguardarla de más peligros. Entonces Damien la raptó y terminó por convertirla en vampiresa, aprovechándose de su sed para ponerla contra quienes, según él, la habían engañado. No obstante, la pasión que la chica sentía por Dominic, la salvó de entregarse a la falta de humanidad que nosotros vampiros solemos experimentar una vez transformados.
Dominic, junto con Renatta y Bruno –otro vampiro joven del aquelarre Lestrath-, lucharon valientemente contra las manipulaciones y dolor, confrontando a  Damien para rescatarla. Se les unió otro aquelarre poderoso de Florida, Los Ricci. Fue entonces que solicitaron nuestra presencia para fungir como mediadores. La simple presencia de mi hermosa Madison bastó para amedrentar a Damien. Por fin la verdad salió a la luz y Felinnah supo que su padre era el mismo ser que la secuestró. En un movimiento inesperado, le asesinó. Bruno terminó por entregar su inmortalidad para salvar a Renatta y ahora camina por el mundo como cualquier otro humano. Sin embargo, continúa viviendo con los Lestrath en espera de ascender algún día a L’essence y acompañar a su amada.
Después de todo el desafortunado incidente, Florida quedó en las buenas manos de Sony Ricci, el inmortal mas apreciado en nuestro mundo por su reconocida justicia e imparcialidad, y el "aquelan" Lestrath se mudó a Nueva Orleáns para que Renatta continuara con su instrucción en la magia con nosotros, el clan Bardo.
Esa es la historia mínima de los nuevos miembros de nuestro bando.  No obstante, de ninguna manera les obligamos a participar activamente en nuestras empresas. Solamente se les requiere cuando es necesario.

Mi bruja y yo ya habíamos comenzado a recibir amenazas directas e indirectas de Devorah. Hasta la fecha, y gracias a Renatta y a Dominic, nos enteramos de que Devorah ya tenía conocimiento del poder absoluto de Madison. Como nos advirtió William alguna vez, los aquelarres Adams, Drammeh y D'Lion, al mando de la princesa, atacaban indiscriminadamente a los humanos del mundo, provocándonos para confrontarla. Todavía no estábamos listos para una batalla frontal y abierta. Los problemas en el mundo mágico crecían día con día, y el consejo de Mad era requerido constantemente, lo que nos impedía concentrarnos del todo en el peligro real que corríamos.
Últimamente, debía confesar que me encontraba un tanto solitario, a pesar de que Ethan y Catalina no me dejaban ni a sol ni a sombra, y que había encontrado en Dominic y en Bruno unos buenos compañeros de charla, intentando distraerme de mis constantes preocupaciones por la vida de mi bruja.  
La última vez que estuvimos juntos íntimamente, fue en nuestro retorno de Florida. La extrañaba sobremanera, aunque no me separara de ella. Sabía muy bien lo que estaba haciendo al casarnos. Fue una decisión tomada con plena consciencia de que debía compartirla con el mundo entero. No resultaba sencillo ser el esposo de la hechicera mas poderosa; la pareja del equilibrio universal. Debía ser paciente y elevar plegarias al Poder Divino para que pudiera seguirle el ritmo sin flaquear. Sin embargo, estaba a un sólo paso de convertirme en la fémina de mi relación marital.
Admiraba a Dominic. Incluso resentía su emparejamiento con Felinnah, ya que ambos eran inmortales y se encontraban en la misma sintonía. No asesinaban humanos, aunque se alimentaban de sangre en los bancos de hospitales o bebían de mortales a quienes inducían a ello.  
Como vampiro que era, mi naturaleza resultaba un gran obstáculo para ocultar mis pensamientos o mis consternaciones, más aún con la conexión que me unía a Mad. Sentía lo que ella sentía; lo vivía en carne propia, así como ella experimentaba mis emociones, a lo cual respondía intentando controlar todo para no hacerla sufrir. No necesitaba más preocupaciones, no de mi parte. La adoraba más que a mí mismo. Seguía anteponiendo su vida a la mía, pero las constantes mofas de Ethan no me confortaban. Los motes con los que me bautizaba -sumiso, amo de casa, sanguijuela sin colmillos, perro faldero, entre otros muchos apelativos degradantes-, no ayudaban a que me sintiera más hombre en mis pantalones. Sin embargo, cada que algo me agobiaba sobremanera, lo discutía con Mad y me brindaba confort.
No comenzaba a imaginar lo dura que resultaba su tarea. Todos los días, sin falta, recibía llamadas de brujos de todas partes del planeta pidiendo auxilio o guía. Cuando soltaba el teléfono móvil y se disponía a hacer algo para ella o para nosotros, volvía a sonar y debía dejarlo todo. Por las noches, solía ir a la guarida del clan para rezar por fortaleza. Les pedía a los ancestros la fuerza necesaria para no sucumbir a los ataques y oraba por la protección de las almas terrenales. Literalmente, cargaba el mundo en sus hombros, pero jamás la vi palidecer o titubear de nuevo. Estaba determinada a cumplir con su tarea y hacerlo lo mejor posible.
Seguía siendo una mujer dulce y apasionada, y su serenidad era lo más notable. Se había vuelto más centrada que la misma Catalina. Sabía que cualquier tambaleo bastaría para que el universo cambiara su configuración y cayera en manos de los vampiros.

Esta noche nos encontrábamos acostados en cama, intentando recuperar fuerzas para el día siguiente. Al parecer, el aquelarre Drammeh estaba utilizando un tipo de magia negra que le otorgaba el poder de hipnosis a Devorah, logrando que, tanto humanos como vampiros, se sometieran a su voluntad. Mad temía por mí y no deseaba que me enfrentara a Devorah porque se negaba a que cayera de nuevo en sus redes. Por mi parte, me sentía totalmente preparado para ello. Ya había dejado de ser un inmortal común. Al haberme casado con ella y ser parte activa del clan o Bardo, escuchaba las voces de los ancestros y la magia fluía en mi ser, aunque no pudiera o quisiera practicarla. El que me ascendieran estaba fuera de discusión, no solamente porque era inapropiado -ya saben, políticas de la empresa: no por ser el esposo de la jefa tienes derecho a privilegios innecesarios-, sino porque yo no quería la tremenda responsabilidad de lidiar directamente con L'essence. Damien no lo sabia, pero la misma magia que robó, le condenó a que su propia hija le matara. Yo no deseaba tener que luchar más contra mis instintos, que de por sí ya estaban siendo aplastados en mis entrañas, para sobrevivir, y más que nada, no quería caer en el lado obscuro de la magia y perder a Mad. La amaba demasiado. Mi existencia sin ella no tendría sentido alguno, a pesar de que mi vida se limitara a aquella de un acompañante o un espectador.

Por otra parte, Ethan y Catalina ya tenían planes de matrimonio. Siendo su mejor amigo, me había enterado de su acuerdo de "no sexo hasta estar unidos para siempre". Si bien esa no fue la razón principal del brujo para pedirle que se casaran, fue una de las más importantes y poderosas. Su libido se encontraba al máximo. Citando sus palabras: "Me resulta imposible sentarme con las piernas juntas. He tratado de deshacerme del "problema" solo, pero ya se volvió una situación poco manejable. ¡Me he convertido en un chiquillo de secundaria! ¡Voy a estallar!"
No pude evitar caerme de la silla por la risa. La verdad es que le comprendía. Yo estaba a punto de hacer lo mismo, aunque la idea me desagradara más de lo que pudiera soportar. Ser hombre en un clan de brujas era un constante recordatorio de que, prácticamente, te habían cortado los genitales… Y yo era un vampiro con las venas ardiendo y la mujer mas divina del mundo para dimitir el fuego abrasador que me envolvía, pero no podía brincarle encima así como así después de observar cómo caía rendida entre mis brazos  apenas tocaba la cama. Se me hacia vil. Debía dejarla descansar. Ni hablar de hijos. El Poder Divino le dijo a Madison cuando me rescató de la muerte y me trajo de vuelta al mundo de los vivos, que seríamos capaces de concebir a una nueva y portentosa raza: los Damphirs. Una extraña mezcla de inmortales y brujos. Ellos serían el balance universal una vez que ella diera a luz. Sus obligaciones pasarían a mis hijos… gemelos. Incluso eso fue predicho. Dos varones que serían mi orgullo. Algunas veces soñaba con ellos, generalmente cuando me sentía más bajo en ánimo. Les veía correr entre los helechos que rodeaban el bosque de la casa de Pont, nuestra guarida. Era algo simplemente maravilloso. Decían que no podían esperar a verme y yo les respondía con una sonrisa enorme. Corrían a mis brazos y les cargaba. Lo extraño de todo esto era que Madison no se encontraba por ninguna parte… eso no podía ser bueno. No le di importancia al asunto. Sabría esperar. Mis hijos llegarían cuando tuvieran que llegar. En sus ojos podía ver el esplendor del infinito. Ojos azules, puros… pero se enfrentarían a grandes obstáculos. No importaba, todos estaríamos siempre a su alrededor para guiarles y cuidarles.

Ethan y Cat seguían estudiando en Pontchartrain Hall, viviendo en habitaciones separadas. Eran muy felices y, a pesar de las "dificultades", disfrutaban el uno del otro el mayor tiempo posible. Nos ayudaban en todo lo que respectaba a L'essence y asistían a las Eistedwood a prepararse para la lucha. Ya se habían enfrentado con Herbert y Etienne D'Lion. Fue algo espeluznante. Son vampiros muy fuertes y su maldad no conoce límites. Catalina tuvo que cuidar a Ethan de una herida bastante importante en la pierna. Estuvo fuera de combate por tres días, bajo la influencia de pociones y hechizos. Cat, la segunda chica que más quería en este mundo por haberme tendido la mano cuando Mad se fue de mi lado y tuvimos que buscarla por toda Nueva Orleáns, era ahora mas valiente que el mismo Eth y tomaba las riendas en las situaciones difíciles, lo que le causaba un conflicto tremendo con él  después de... No obstante, se olvidaba de inmediato le soltaba un beso o le acariciaba. Dicho y repetido, el requisito principal para ser la pareja de una bruja era carecer de pelotas… Reí ante mi sarcasmo. ¡Oh, bendito sarcasmo! Mi eterno compañero. ¿Qué más me quedaba ahora que reírme de mí mismo y de las circunstancias?

Mi amada estaba envuelta en mis brazos, apoyando la cabeza en mi pecho desnudo. Inhalaba aire suavemente y soltaba un leve zumbido al exhalarlo. La humedad de los alrededores había provocado que unas gotas minúsculas de sudor se acumularan en el nacimiento de sus rosados senos. Una de ellas, la más traviesa, se atrevió a caer en el vacío que les dividía, provocando mi envidia y excitación tremenda. Mi cuerpo comenzó a reaccionar de manera esperada. Entre las piernas, el bulto desazonado se notaba, firme, ardiente, lleno de ansias por que las caderas de Mad le aprisionaran con vehemencia. Recordaba a la perfección su entrepierna envolviéndome. Pensarlo me hacía salivar. La ansiaba con fuerza bruta, animal. Intenté calmarme y contenerme. Me giré hasta ponerla a mi costado y no reaccionó para nada. Incluso respiraba más fuertemente. La observé. Seguía siendo por siempre bellísima. De piel pálida como la porcelana y pestañas tupidas cubriendo esos ojos color azul extremo. Sus labios enrojecidos y voluminosos me provocaban besarle, así que me acerqué y presioné suavemente mis labios en los suyos. Ella gimió entrecortadamente. Me alejé de nuevo y su cuerpo semi desnudo provocó que la fuerza de mi rigidez tornara mis ojos en gris. La garganta me ardió, queriendo hundir mis colmillos en su muslo terso. Se encontraba de lado, extendida en todo su esplendor, con la tela de encaje negro pegada a su piel. Deseaba intensamente arrancarla, despegar sus piernas con celeridad y adentrarme en su delicioso calor, pero no lo haría. Le hice a un lado el cabello ébano y acaricie su mejilla.

-Antoine –susurró sin abrir los ojos. No pude evitar sonreír con ternura y devoción. El saber que hasta sus sueños me pertenecían, me hacía sentir el inmortal más afortunado del universo. No importaba que no pudiera poseerla cuando me placiera. Ella seguía siendo mía y eso nadie lo cambiaria mientras viviera.

A la mañana siguiente, el sonido de una risilla traviesa me despertó. No dormí bien, así que estaba un poco atolondrado. Percibí el peso de su cuerpo sobre el mío y eso terminó por avivar mi espíritu. Descubrí las pupilas y me encontré con su precioso rostro de blanco de porcelana.

-Buenos días, mi bello durmiente -murmuró deslizando cada palabra en la lengua de modo sensual.
-Bello durmiente es mejor que sanguijuela sin colmillos -bostecé y la atraje a mi pecho en un santiamén-. Es un deleite que el primer paisaje que vean mis ojos al abrirse sea tu hermosa sonrisa –acaricié sus labios con un dedo-, sin dejar de lado tus deliciosos senos –esbocé una sonrisa completa, rozando delicadamente la tela que cubría sus pechos.
-Parece de muy buen humor este día, Monsieur Petrucci -rió mientras olisqueaba mi aroma-. Creo que sabe que esta mañana tendrá suerte -me guiñó el ojo.
-¿Qué hora es? -Inquirí abriendo los ojos desmesuradamente. Parecería extraño preguntar esto, pero había un poderoso motivo.
-¿Te digo que me hagas el amor y tú preguntas la hora? -Levantó la ceja en señal de reprensión.
-Sí, porque si son menos de las ocho, es posible que te haga el amor sin ser interrumpido por el incesante pitido del móvil. Pero si ya pasan de las ocho, estoy en problemas -presioné los labios en una línea delgada.
Mad alargó el brazo y miró la hora en el despertador. Sus pupilas parecieron entristecerse. ¡Oh mierda! Pensé. No otro día más sin tenerla.
-Son las seis treinta -aguantó la risa y yo no pude reaccionar más céleremente. La levanté como pluma con una mano, mientras desarraigaba mis pantalones de franela con la otra. Le quité la fina y minúscula bata de encaje, lanzándola a un costado. Mad reía con suficiencia y mi cuerpo no aguantaba la ansiedad de penetrarla. Al ver que sus pequeñas bragas habían desaparecido, fruncí el ceño a modo de pregunta. ¿Dónde fueron a parar y en qué momento las removí?
-Pensé que un poco de ayuda no te vendría mal –se mordió el labio y ya no pude más. Caí destrozado bajo su encanto. La besé con pasión y necesidad imperiosa. Su lengua se entrelazó con la mía, cubriéndome con su calor y humedad. Mi fragor rozó su entrepierna y ella jadeó visiblemente agitada. Se encontraba tan ávida de mí como yo de ella. Comenzó moverse de arriba a abajo, sentada a horcajadas sobre mis caderas, sin dejar que me adentrara en su ser todavía. Me estaba matando, literalmente. Jadeé. El aroma que desprendía su sexo resultaba exquisito. Mojaba todo a su paso. Me empapaba. Mis pupilas de un tono gris pálido y fiero, se dejaron ver.
-Dime cuánto me amas –susurró a mi oído. No estaba jugando limpio. Sabía que ya no podía resistir más.
-¿Acaso no puedes sentirlo? -Logré articular con demasiado esfuerzo, hundido entre gemidos y ardor. Mi piel pálida y marmórea se tornó roja debido a la presión de la sangre que circulaba idiotizada por mi torrente. Mordí sus labios, bajando hasta su cuello, y con mis manos cubrí sus senos enteramente, presionándolos en círculos hasta oírla quejarse por lo alto. Yo también podía jugar sucio. Me llevé uno de sus pezones a la boca, lamiendo retorcidamente su contorno. El sabor me deleitaba profundamente. Madison se movía entre mis manos, pero la forzaba a mantenerse quieta.
-Entra ya -me ordenó en un murmullo. No pude más que cumplir con mis obligaciones de buen y amante esposo.
Justo cuando levitó despacio y hacia arriba para dejarse caer en mí con potencia (que era lo que más me prendía) el maldito móvil sonó, haciéndole perder la concentración y obligándola a caer, pero a mi lado.
-¡Mierda! –Exclamé fúrico-. ¡Son las seis treinta de la mañana! ¡¿Qué la gente no tiene vida privada ya?!
-Lo siento, mi amor. Hay demasiadas cosas por cubrir y muy poco tiempo para hacerlo. Es de Beijing, debe ser el clan Yun-tuen, lidiando con el aquelarre Kiotan.
Tomó las sábanas y se cubrió para luego presionar el botón verde de "responder", que se había convertido en mi peor y más duradera pesadilla.
Me levanté enfurruñado de la cama, mientras ella hablaba en un mandarín perfecto con la lideresa del clan Yun-tuen, y comencé a vestirme. Al percatarse de que me alejaba de su ella, extendió la palma y me atrajo hasta con sus poderes para darme un rápido beso en el pecho.
-Te amo, mi príncipe obscuro -sus ojos se derretían en disculpas. Solté un bufido y me reprendí al verla tan triste. Esto tampoco era fácil para ella. Le devolví el beso, posándolo en su frente.
-Todo está bien, amor. Yo también te amo -susurré soltándola y poniéndome una sudadera y pants. Me preparé para salir a correr a los alrededores de la casa de Pont, que eran mis límites permitidos para no toparme con Devorah o sus secuaces. Jamás, en mis casi cien años de vida vampírica, había hecho tanto ejercicio como ahora. Mitigaba un poco el sopor de no tener a Madison en la intimidad. Así que me acomodé los zapatos deportivos y salí sin ver atrás, dejándola con sus múltiples labores diarias.

Una vez que terminé, regresé a la casa y me senté frente a la chimenea para beber una copa de coñac, a sabiendas que pasaría otro día lejos de su piel. La idea me causó un malestar inigualable en la garganta, a pesar de que en mi corta carrera había cazado. Tome la botella y la empiné para beber un sorbo grande. Al ver mi reflejo en ella, me percaté de que mis pupilas estaban grises. Esto era señal de que todavía estaba molesto. Mis ánimos se encontraban alterados y ahora sucedía con más frecuencia. Madison lo sentiría.
El ruido de un golpe fuerte en la puerta me sacó de mis pensamientos. Asenté la botella y fui a abrir. No había una sola alma en el enorme jardín delantero, aunque la silueta negra con destellos rojos que se encontraba tirada a mis pies, llamó mi atención. Era un cuervo muerto. No, despedazado era una mejor definición. Tenía una nota amarrada a la pata resquebrajada. La abrí asombrado y al leer, mis ojos se desorbitaron. Devorah...
"Te ves tan solo, mi querido demonio. Parece que te hace falta una buena dosis de tu princesa. Mándale mi cariño a Mad. Pronto nos encontraremos. Con pasión, tu princesa obscura."









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