El 19 de Febrero será lanzado al mundo el segundo libro de la Serie Delirios y Amores: "50 Suspiros y Un Encuentro con el Pecado" (el primero de la serie se llama 50 Suspiros y 3 Pasiones). Para todos aquellos que se preguntan ¿de qué se tratan los microcuentos o por qué han de leerlos? La respuesta es sencilla. Los microcuentos o microrrelatos son, en mis palabras, suspiros de literatura cargados de emociones diversas. Van desde el romance rosa, sencillo, puro, hasta el erotismo más pasional y hasta los horrores más arraigados en nuestra alma. Sin embargo, también podrán encontrar humor, suspenso, historias paranormales, y otros tipos de géneros para gustos diversos. Yo era una de esas personas que jamás tocaba un libro, aunque no lo crean. La idea de tomar mi tiempo y llevarlo al extremo con lecturas sumamente largas y, a veces, exhaustivas, me provocaba una desidia inimaginable, hasta que una novela de una autora en particular destruyó mis límites, lo cual agradezco infinitamente, puesto que no estaría hoy narrando historias para ustedes de no ser así. Los libros de esta serie en particular, están hechos para aquellos a los que no les agrada envolverse en lecturas demasiado extensas que les quiten mucho tiempo (del cual carecemos en estas épocas de locura y productividad). Cada microcuento ha sido redactado para diferentes clases de lectores y para distintos gustos, intentando hacerles atravesar una carretera llena de curvas emocionales, siempre de la mano del autor, en este caso, su humilde servidora. Además, he añadido un relato breve de erótica para encender los sentidos y vivir a su máxima potencia la energía de la palabra escrita. No duden en darse una vuelta por estos diminutos mundos que les sacarán de la rutina y les transformarán la vida. Sin pretención alguna, les presento mis "suspiros". Mil gracias por ser parte de mi vida.
Mariela Villegas R.
Serie Delirios y Amores.
Introducción:
Debo confesarles que cuando terminé de escribir “50 Suspiros y 3 Pasiones”, la primera entrega de esta serie Delirios y Amores, estaba un poco reacia al esperar el recibimiento de mis lectores para este nuevo giro en mi trabajo.¬¬¬¬ Según mis creencias erróneas de escritora novata, pensaba que nadie se atrevería a leerlo o a tomarle en serio como lo hacían con mis novelas, puesto que se trataba de microcuentos y relatos cortos. Admito con total alegría y entusiasmo que el resultado fue completamente opuesto, siendo tan bien recibido, tan adquirido y reseñado, que me he visto en la obligación literaria de escribir el segundo. He comprendido que los microcuentos y relatos tienen incluso más que aportar que una gran novela de cientos de páginas. Son explosiones de los sentidos, pequeños mundos en los cuales vivir, a los cuales transportarse y viajar, compactas impresiones surrealistas de universos paralelos que se hacen enormes en nuestros corazones… Continúo siendo esa autora novelesca de romance paranormal y contemporáneo, aunque he de confesar que me he enamorado sublimemente de los “suspiros” que suponen los microrrelatos.
En este tomo hallarán todo tipo de géneros, estratégicamente variados y acomodados para brindarles una perspectiva más amplia de la literatura. Comprendo que éstas son épocas de prisas y desazones, y es necesario tener un instrumento que podamos leer con la total confianza de que nos toparemos con palabras que nos llenarán el alma. Ése es el propósito de “50 Suspiros y Un Encuentro con el Pecado”, abrir sus mentes a diversas realidades o sueños que les roben la respiración y les estremezcan hasta que piensen que no están de pie en esta tierra, que han sido transportados a los miedos más aterradores, a los amores más apasionados y a los confines de la naturaleza donde todo puede ocurrir. Con todo mi amor, para mis lectores.
Mariela Villegas R.
Para regalarles una probadita, les dejo estos microcuentos del nuevo libro de la Serie:
“¿Quién enseña?”
La chica divagaba entre pensamientos sensuales mientras miraba a su profesor dando la lección de álgebra. ¿Quién podría ver a un matemático atractivo? Bueno, ella lo hacía. Adolfo era una mezcla de elegancia y tolerancia que no podía evitar adorar. Tal vez ni siquiera la notara entre el montón, pero ella haría su máximo esfuerzo. Se destacaba en calificaciones y usaba ropa bastante insinuante, aunque al tipo parecía no importarle. Las “X” y “Y” de los factores, le resultaban mucho más interesantes que otra simple estudiante. Ella perseveró por varios meses, incluso llegó a darle una carta en la que le confesaba su candor y pasión por él. Nada ocurrió. El profesor seguía con sus clases como si todo en el universo fuera inmaterial para él menos lo que quería mostrar a sus alumnos. La chica se dio por vencida y decidió observarle a distancia, hasta que llegó un día en que, en una de sus libretas, recibió una nota que decía.
Esta vez te haré mía. Si en realidad quieres conocerme por dentro y por fuera tanto como habías dicho, has de renunciar a tu papel de “femme fatale” y te mostrarás como eres, sumisa y complaciente. Te espero en mi apartamento a las doce am.
Teresa no podía estar más feliz. Se preparó para la ocasión, colocándose un vestido negro bastante recatado y unos tacones de aguja que hacían lucir sus pantorrillas más largas y frondosas. Al arribar, tocó la puerta y el profesor le abrió. Se percató de que el sitio estaba iluminado solamente con velas y el aroma de las rosas la embriagó. Entró y notó dos copas de vino descansando en la mesa de centro de la perfecta sala. El profesor la miró de arriba abajo mientras le quitaba el saco que la cubría, rozándole la piel con los dedos. Ella se estremeció y los vellos de su nuca se erizaron. Luego de una charla pequeña y muchos flirteos, él se acercó, tomándola totalmente por sorpresa, para abrazarla y pasarle las manos por la espalda. Teresa sintió la frialdad del metal que se cerraba entre sus muñecas y la detenían sin posibilidad de escape en el sofá.
–Tú quisiste esto. Ahora lo tendrás –sonrió libidinemente y se preparó para quebrantar sus ganas de volver a seducirle.
“Amigo y Enemigo”
La compañía de mi padre iba de mal en peor. La Banca Rota me acechaba y el nuevo empresario, aquél hombre que había destruido la reputación de la compañía con sus mentiras absurdas, reputación dudosa y bestial engreimiento, tomaría posesión de todo lo que habría sido mío por derecho. Le odiaba, le detestaba, pero lo peor era saber que ahora me tocaría trabajar bajo su comando. Una vez que llegó a la oficina, me acomodé la camisa, el traje Armani que llevaba y lustré mis zapatos para recibirlo.
-Mi nombre es Arturo Córdoba. Le doy la bienvenida a esta, su empresa, señor Alberti –mascullé conteniendo el gruñido que se quería escapar de mis labios. Alberti me tomó de la mano y la sacudió con vehemencia, incluso sonrió.
-Mucho gusto, Arturo. Te conocí hace años en la Expo que organizó tu padre, allá por 1995. Desde aquél entonces me pareciste un joven prometedor y sabía que alcanzarías el éxito.
No soporté su mofa y el control se me escapó por la ventana.
-Si sabías que conmigo la empresa de mi padre crecería, ¿por qué te empeñaste en destruirla? –Solté salvajemente.
-No la destruí. La he rescatado para ti. Aquí tienes las llaves y los documentos. Son todos tuyos.
Petrificado, analicé los documentos y las lágrimas se agolparon en mis ojos. ¿Cómo era posible que esto estuviera pasando. El estrés y la angustia por la que había atravesado, ¿habían sido solamente una prueba macabra de aquél tipo?
-¿Por qué haces esto? –Cuestioné dubitativo.
-Porque desde aquella vez que te vi, te amé. Tu padre me pidió el favor de rescatar su imperio para ti y lo hice con gusto, sabiendo que podría tenerte cerca una vez que todo esto se hubiera aclarado. Eres mi sueño hecho realidad y nunca permitiría que algo malo te ocurriera. Tu padre está muy enfermo, y desde ahora, yo me encargaré de protegerte, y si tú así lo deseas, también podrás cuidar de mí.
Desde aquél entonces Alberti trabaja bajo mi comando, pero cabe aclarar que lo hace por gusto, no por necesidad, y también cabe aclarar que es mi amado, mi amante y el mejor hombre al que he conocido. Los caminos de Dios son misteriosos y el amor puede presentarse con diferentes rostros, algunos de ellos amistosos y otros no tanto, pero al fin y al cabo, siempre terminará triunfando sobre la infamia.
La compañía de mi padre iba de mal en peor. La Banca Rota me acechaba y el nuevo empresario, aquél hombre que había destruido la reputación de la compañía con sus mentiras absurdas, reputación dudosa y bestial engreimiento, tomaría posesión de todo lo que habría sido mío por derecho. Le odiaba, le detestaba, pero lo peor era saber que ahora me tocaría trabajar bajo su comando. Una vez que llegó a la oficina, me acomodé la camisa, el traje Armani que llevaba y lustré mis zapatos para recibirlo.
-Mi nombre es Arturo Córdoba. Le doy la bienvenida a esta, su empresa, señor Alberti –mascullé conteniendo el gruñido que se quería escapar de mis labios. Alberti me tomó de la mano y la sacudió con vehemencia, incluso sonrió.
-Mucho gusto, Arturo. Te conocí hace años en la Expo que organizó tu padre, allá por 1995. Desde aquél entonces me pareciste un joven prometedor y sabía que alcanzarías el éxito.
No soporté su mofa y el control se me escapó por la ventana.
-Si sabías que conmigo la empresa de mi padre crecería, ¿por qué te empeñaste en destruirla? –Solté salvajemente.
-No la destruí. La he rescatado para ti. Aquí tienes las llaves y los documentos. Son todos tuyos.
Petrificado, analicé los documentos y las lágrimas se agolparon en mis ojos. ¿Cómo era posible que esto estuviera pasando. El estrés y la angustia por la que había atravesado, ¿habían sido solamente una prueba macabra de aquél tipo?
-¿Por qué haces esto? –Cuestioné dubitativo.
-Porque desde aquella vez que te vi, te amé. Tu padre me pidió el favor de rescatar su imperio para ti y lo hice con gusto, sabiendo que podría tenerte cerca una vez que todo esto se hubiera aclarado. Eres mi sueño hecho realidad y nunca permitiría que algo malo te ocurriera. Tu padre está muy enfermo, y desde ahora, yo me encargaré de protegerte, y si tú así lo deseas, también podrás cuidar de mí.
Desde aquél entonces Alberti trabaja bajo mi comando, pero cabe aclarar que lo hace por gusto, no por necesidad, y también cabe aclarar que es mi amado, mi amante y el mejor hombre al que he conocido. Los caminos de Dios son misteriosos y el amor puede presentarse con diferentes rostros, algunos de ellos amistosos y otros no tanto, pero al fin y al cabo, siempre terminará triunfando sobre la infamia.
“Costumbre”
No comprendo por qué tantas personas le temen a la costumbre. Para mí no existe mejor manera de amar que acostumbrándome a tu costumbre, abrazándola no como una enemiga rutinaria y aburrida, sino como a un ángel que desciende de los cielos a hacernos todo más sencillo. Hay historias que se escriben a diario gracias a esta maravillosa aliada, como la que ocurre cuando despierto entre tus brazos. Lo primero que hago al abrir los ojos y dejar de soñar con cosas que mi subconsciente crea desde lo más profundo de mis temores, es tocar el costado de la cama y asegurarme de que ahí estás, mi fiel escudero y rey. Te abrazo y hundo mi cara entre tu aroma varonil y limpio, el de un hombre en toda la extensión de la palabra, el de mi cuidador que requiere de mis cuidados, el de aquél que lo ha dejado todo para hacerme feliz. ¿Y se supone que eso es algo que pudiera hartarme? Creo que jamás podrá ser. Creo que nunca me cansaré de tu piel de porcelana y de tus ojos de jade y esmeralda que, como piedras preciosas, se posan en mí para darle la bienvenida a un nuevo día. Te saludo con un te amo y tú sonríes, respondiéndome con las pupilas lo mismo. Porque ya no hay necesidad de palabras entre nosotros, porque ya me lo has dado todo y aun así, hace falta tanto por dar y recoger; tanto por construir y tanto por remover. Porque somos uno solo y de ello puedo dar gracias al infinito. Porque ninguna costumbre de mala fe romperá el encanto de tus manos cuando me tocas para hacerme el amor en esas mañanas. Porque ninguna costumbre consumirá mi costumbre de amarte con total pasión, con total entrega.
No comprendo por qué tantas personas le temen a la costumbre. Para mí no existe mejor manera de amar que acostumbrándome a tu costumbre, abrazándola no como una enemiga rutinaria y aburrida, sino como a un ángel que desciende de los cielos a hacernos todo más sencillo. Hay historias que se escriben a diario gracias a esta maravillosa aliada, como la que ocurre cuando despierto entre tus brazos. Lo primero que hago al abrir los ojos y dejar de soñar con cosas que mi subconsciente crea desde lo más profundo de mis temores, es tocar el costado de la cama y asegurarme de que ahí estás, mi fiel escudero y rey. Te abrazo y hundo mi cara entre tu aroma varonil y limpio, el de un hombre en toda la extensión de la palabra, el de mi cuidador que requiere de mis cuidados, el de aquél que lo ha dejado todo para hacerme feliz. ¿Y se supone que eso es algo que pudiera hartarme? Creo que jamás podrá ser. Creo que nunca me cansaré de tu piel de porcelana y de tus ojos de jade y esmeralda que, como piedras preciosas, se posan en mí para darle la bienvenida a un nuevo día. Te saludo con un te amo y tú sonríes, respondiéndome con las pupilas lo mismo. Porque ya no hay necesidad de palabras entre nosotros, porque ya me lo has dado todo y aun así, hace falta tanto por dar y recoger; tanto por construir y tanto por remover. Porque somos uno solo y de ello puedo dar gracias al infinito. Porque ninguna costumbre de mala fe romperá el encanto de tus manos cuando me tocas para hacerme el amor en esas mañanas. Porque ninguna costumbre consumirá mi costumbre de amarte con total pasión, con total entrega.
“Cuerpos”
Mi sangre se revela ante la fogosidad de tu llama entrelazada con la mía. Me veo a mí misma, atada de manos sobre la cabeza, descubierta y frágil ante la fusta de tu mirada que me golpea una y otra vez, marcándome la piel y humectando mis entrañas. Si esta clase de amor no es reconocido como tal, no puedo explicarme qué tipo de entrega lo será, cuando se trata de la dádiva máxima, del despojarme de todo, incluso de mi humillación, para poder contemplar la total lascivia en tus pupilas verdes. Si he de morir de dolor ante el latigazo de tus dedos que enrojecen mis muslos, moriré feliz y plena. Me separas las piernas y las sostienes entre los grilletes que suponen las esposas de las que me maniatas. Arremetes dulcemente con tus palmas entre mi sexo y juegas con él, provocándome jadear, gritar, pedirte auxilio. Derramo lágrimas al querer estallar de placer y tú detienes tus andares pecaminosos y puros, para regresar a mis labios y decirme que me amas, que soy tuya y que lo seré siempre. Luego colocas tu boca ahí donde estuvieran tus manos y prolongas mi agonía ilícita, para después, liberarme y arremeter en mis cavidades.
–Me he portado bien –gimo al rogarte que me permitas acabar junto contigo, bañándote de mi dulce angustia.
–Eres mi buena chica –sonríes a mis espaldas y penetras salvajemente, arañándome, lamiendo el sudor que cae copiosamente hacia mis glúteos, y halas mi cabello hacia ti hasta que estallo en un clímax de infinitas proporciones. Me sigues en perfecto compás. Acaricias mis mejillas sonrosadas y pasas la mano por los lugares donde dejaste tus huellas que escuecen.
–Te amo –repites y nos perdemos entre los brazos de la lujuria que lía nuestros cuerpos en perfecta armonía.
Mi sangre se revela ante la fogosidad de tu llama entrelazada con la mía. Me veo a mí misma, atada de manos sobre la cabeza, descubierta y frágil ante la fusta de tu mirada que me golpea una y otra vez, marcándome la piel y humectando mis entrañas. Si esta clase de amor no es reconocido como tal, no puedo explicarme qué tipo de entrega lo será, cuando se trata de la dádiva máxima, del despojarme de todo, incluso de mi humillación, para poder contemplar la total lascivia en tus pupilas verdes. Si he de morir de dolor ante el latigazo de tus dedos que enrojecen mis muslos, moriré feliz y plena. Me separas las piernas y las sostienes entre los grilletes que suponen las esposas de las que me maniatas. Arremetes dulcemente con tus palmas entre mi sexo y juegas con él, provocándome jadear, gritar, pedirte auxilio. Derramo lágrimas al querer estallar de placer y tú detienes tus andares pecaminosos y puros, para regresar a mis labios y decirme que me amas, que soy tuya y que lo seré siempre. Luego colocas tu boca ahí donde estuvieran tus manos y prolongas mi agonía ilícita, para después, liberarme y arremeter en mis cavidades.
–Me he portado bien –gimo al rogarte que me permitas acabar junto contigo, bañándote de mi dulce angustia.
–Eres mi buena chica –sonríes a mis espaldas y penetras salvajemente, arañándome, lamiendo el sudor que cae copiosamente hacia mis glúteos, y halas mi cabello hacia ti hasta que estallo en un clímax de infinitas proporciones. Me sigues en perfecto compás. Acaricias mis mejillas sonrosadas y pasas la mano por los lugares donde dejaste tus huellas que escuecen.
–Te amo –repites y nos perdemos entre los brazos de la lujuria que lía nuestros cuerpos en perfecta armonía.
Bien, ahora que tienen una idea de lo que les espera en estos 50 Suspiros y Un Encuentro con el pecado (el cual se los dejo a la imaginación).
Les amo. Mil gracias por seguir aquí en Lunas Vampíricas.
Mariela Villegas R.
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