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lunes, 15 de octubre de 2012

"Tiempos de tribulación"


Sucede que, esta noche, no me siento tan poética. Mis pensamientos se tornan obscuros mientras las penumbras de la madrugada se acercan, pero como la misma mañana cae en sus tonalidades pastel y gris, así caerá de nuevo el desasosiego. No soy perfecta, lamento asegurar, y disto mucho de serlo. Eso me hace humana y frágil, aunque también me hace saber que sigo viva. No existe razón certera de lo que sucede en mi alma sobrecogida por la insensatez. Al analizar mis emociones for
tuitas, encuentro explicaciones probables, pero nada que termine, por el momento, con la imperativa necesidad de herir a mi corazón al considerarle tan lejos de su ser innato. Las apariencias, el ego, las personas que hieren y lastiman sin motivo, más que el placer de satisfacer sus defectos y vacíos, son armas afiladas que se tornan cada día más feroces. Detesto, y sí, la palabra detestar existe en mi vocabulario aunque la creía perdida, saber que tengo que actuar con prudencia y paciencia. Esperar y ver que, las pruebas se hacen menos sencillas y que es imperativo que me mantenga apegada al positivismo para no caer en las sombras otra vez. Eso sería desastroso. ¿Quién, en su sano juicio, va a desear la infelicidad? Eso jamás. Así que con garras adentro y con pena en el corazón, elevo una oración a lo más alto: Estoy aquí para pedirte paciencia. Paciencia para reconocer que lo que he hecho ha valido la pena. Paciencia para dejar de luchar contra mí misma y aceptarme tal cual, como divina creación tuya. Paciencia para dimitir la ira inútil y ponzoñosa que me trajo hasta ti esta noche. Paciencia para apreciar el gran amor que me regalas a diario y la belleza infinita del mismo. Y paciencia para no alejarme de ti, a pesar de que las lágrimas de derramen por mis ojos, impotentes ante tu excelsa presencia. Paciencia, mi señor, para tener fe en ti y en lo perfecto de tu universo, porque perfecto es, sin duda alguna. Y al echar estas emociones al viento y deshacerme de ellas, agradezco que me escuches y que estés presente como toda mi vida lo has estado. La frustración nace de expectativas excedidas de tono, así que, paciencia, mi señor, para no esperar nada que no seas tú. Muéstrame el camino y guíame, que en ti pongo mi espíritu. Y gracias por permitir que, a pesar de la congoja, pueda seguir viendo tu camino frente a mí y el amor que a diario me profesas en mis padres, mi ángel, mis amigos y hermanos del alma; y hasta en esa gente que desea verme abajo, porque al retar mi fortaleza me acercan a ti. Gracias por escuchar a esta mujer que por instantes cierra los ojos y cree perder el trecho que le lleva a tu paz, y sacudirla con fuerza tremenda para abrir de nuevo sus pupilas y, sin la furia de tu ira, ayudarla retornar a tus brazos cálidos. Gracias porque ya nunca podré ser a ciencia cierta quien era, y eso es lo más maravilloso que podría haberme sucedido. Simplemente gracias, porque ¿qué rosa sin espinas es en realidad una rosa? Así que con amor veo mis espinas y las limo para que dejen de ser ásperas y lastimen mis pétalos... ya jamás tendré que ser un espinal sin flor.

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