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miércoles, 18 de febrero de 2015

El Ángel de Fuego, booktrailer (Trilogía Espectral II) y primer capítulo.







La Trilogía Espectral está aquí de nuevo con el booktrailer de su segunda entrega: El Ángel de Fuego.

Romance Paranormal. Video realizado por Freya Asgard.



Prefacio:


“La sinceridad a veces cobra algunas lágrimas,
pero la falta de ésta destroza corazones”. La frase de Lorena Donaji turbó mi
mente mientras mi corazón inmortal se deshacía en mil piezas. Había jurado
adorar a mi Felinnah y lo estropeé. Las imágenes de su anatomía se estrellaban
en mi alma muerta como relámpagos en una noche de lluvia. Lluvia del Cielo
mezclada con fuego que me envolvía hasta desbaratarme en fragmentos que se
desplomaban hacia el abismo oscuro de la penumbra eterna. Tanto dolor no era
posible, ni siquiera para un ser tan desgraciado como yo. Mi cuerpo ardía con
su sangre latiéndome en las venas. Era culpable de su muerte inminente. Pero
también lo sería ella… Chrystal. La chica que debió protegerla y la redujo a
cenizas que volaban a un lugar incierto. ¡Cómo me hubiera gustado verlo venir!
Como me hubiera gustado no ser tan cobarde y apartarla del camino de la
devastación. No obstante, ¿quién que haya amado con tal éxtasis podía dejar ir
al objeto de su afecto sin antes aferrarse a él con garras y dientes, ya fuese
por el mismo amor o por tremendo egoísmo? Cobarde, sí, lo era. Y en estos
momentos lo estaba pagando con una soledad tan absoluta que parecía absurda. Las
brasas consumían todo a su paso, dejándome únicamente el vacío estúpido de la
esperanza incierta. No me quedaba más que purgar mi condena y atenerme a las
consecuencias, ya sin ella, sin mi Felinnah. Sin la energía que logró moverme y
se convertiría en algo más poderoso e inalcanzable. La pregunta era ¿qué
estaría dispuesto a hacer para contener un poco el daño ocasionado? ¿Cuánto
estaría dispuesto a arriesgar por salvarla? Solamente el tiempo podría
responderme.

Capítulo 1: “Historias de Brujas”
(Narrado por Felinnah)

Dom me tenía asida a su cuerpo. No
dejábamos de contemplarnos. Sus ojos azules líquidos no eran nada parecido a
los del asesino que contemplé unas horas antes; eran ojos de un hombre completamente
enamorado. No había rastro del vampiro en ellos.

─Eres tan hermosa ─repitió
suspirando. Pareciera que su frase abarcara más de lo que sus significantes
decían.
─Tus pupilas encierran un misterio
que no puedo descifrar por completo. Dices que soy hermosa, aunque siento que
deseas implicar más que sólo eso ─respondí.
─Así es ─rió─. No lo comprendes
porque no deseas ver, realmente ver, a lo que me refiero. Eres una bella mujer,
no solamente por fuera. Tu alma destila bondad. Sin embargo, tu coraza externa
es tan áspera que no deja ver la piedra preciosa que esconde.
─¿Y esas son las palabras de un
inmortal desalmado? ─Inquirí con un dejo de diversión.
─Lo son. Aparentemente contigo no
puedo ser más que un hombre. Odio eso de mí. Detesto que tengas ese poder sobre
mi persona, y lo amo a la vez. No sé si puedes comprenderlo.
─Lo entiendo a la perfección
─respondí con un soplido─. Me sucede lo mismo.
El vampiro me besó la cabeza y
sonrió.
─Y después del ritual, ¿qué sigue?
─Pregunté curiosa.
─Simplemente que eres mía y yo soy
tuyo ─respondió, pero parecía preocupado por algún motivo que desconocía.
Frunció un tanto el entrecejo y posó su mirada en el techo.
Me cubrí con la sábana y me senté
en el lecho.
─¿Por qué tus palabras me saben a
culpa? ─Cuestioné.
─Porque mi aquelarre no tardará en
percatarse de esto y estaremos en serios problemas ─respondió como ebrio que se
despierta de la fiesta anterior con una resaca infernal─. Inevitablemente, te
he puesto en la encrucijada más peligrosa de tu vida. Yo, el inmortal que debió
protegerte y fracasó rotundamente por caer en el hechizo de tus ojos.
Sonreí aliviada.
─Ninguna encrucijada sería más
hermosa que esta. Te lo he dicho, nadie me apartará de tu lado. Conviérteme y
vámonos de aquí. Le plantearemos esto a Chrystal y…
En ese instante recordé la pregunta
que le iba a hacer sobre la situación de mi amiga. ¿Sería conveniente
formularla? ¿Por qué no? Pensé. ¿Qué sería lo peor que podría suceder si
Dominic ya era mío?
─¿Qué ocurre? ─Inquirió.
─Tengo algo que preguntarte ─me
mordí el labio y él lo atrapó con su boca, degustándolo unos momentos.
─Dime, con gusto resolveré tus
dudas si está en mí poder hacerlo ─sonrió modestamente. Nunca le había visto
tan delicado conmigo. Me llenaba de regocijo.
─¿Existen las brujas? Quiero decir,
¿sabes algo acerca de algún grupo, o como se llame, de brujas en el mundo? ─Y
al soltar mi cuestionamiento, todo se fue por la borda.
Dominic abrió los ojos como platos
y se incorporó, tomando sus pantalones y poniéndoselos para darme su total atención
con extrema rapidez. Me extrañó sobremanera su reacción. De hecho, me asustó un
poco. Se le notaba tenso y malhumorado. ¿Qué
había dicho que estuviera tan mal?
─Sería mejor preguntar, ¿qué tienes
que ver tú con algo como eso? ─Su quijada se trabó y sus pupilas escrudiñaban
mi rostro para estudiar cada reacción.
─Nada… fue solamente una…
─No me digas que sólo fue una
cuestión al azar. Nadie inquiere cosas como esa al azar. Mencionaste a Chrystal
y esa idea llenó tu mente. ¿Por qué?
─Dom, no tienes porqué enojarte. Mi
intención no fue hacerte sentir incómodo ─me disculpé, levantándome para tomar
un vestido sin tirantes color azul de mi cajonera, y me senté. Me costaba mucho
creer que estuviera tan molesto por una simple duda. Bueno, la verdad no era
tan simple, y por sus obvias reacciones, pude conocer con certeza que la respuesta
era afirmativa. Las brujas sí existían y aparentemente no eran amigas de los
vampiros. 
Dominic inhaló aire trabajosamente,
intentando contener la ola de furia que le había embargado. Sus ojos se
tornaron grises por unos instantes y los cerró. Cuando los volvió a abrir,
habían vuelto a su dulce tono natural. Quise tomarle de la mano y la apartó.
─Fels, sé que has notado la
contestación en mis gestos. Hay clanes de brujos en el mundo entero. El
universo en el que vives es un lugar muchísimo más extraño de lo que te podrías
imaginar. También existen las tribus de lycans, aunque están casi extintos y viven
sitios muy alejados de la civilización porque se niegan a asesinar a seres humanos,
así que se aíslan para no caer en tentaciones innecesarias. No todos son así,
pero la mayoría practica la abstinencia. Alguna vez me he enfrentado a ellos y
no son gran amenaza, al menos no estando separados. Los brujos de L’essence se
cuecen aparte. Pueden ser una roca en los zapatos de cualquier vampiro. Los
humanos no tienen de qué preocuparse, ya que su trabajo es protegerlos de
nuestros ataques. Sin embargo, muchos aquelarres han perecido en sus manos. Son
nuestros enemigos, nuestros asesinos ─me penetró con la mirada. Mientras narraba
esto, la sangre pareció escapar de mi cuerpo. L’essence. Había dicho brujos de L’essence. Mis memorias viajaron al instante en que el libro de
Chrystal cayó de su estante y lo tomé para hojearlo. No había comprendido nada
ya que estaba escrito en francés, aunque esas palabras se encontraban grabadas
por todas partes. Chrystal era entonces… no. No era posible. Esto no podía ser
cierto. Me llevé instantáneamente la mano a la boca.
─¿Qué pasa? ─Me espetó Dom
intentando una vez más controlarse.
Dudaba en mostrarle aquel gran
libro. Había dicho que los brujos eran enemigos de los vampiros. Si Chrystal
era una bruja, no sería amigable con el sempiterno y él tampoco con ella. Mi
amiga murmuró una frase esa tarde. Dijo:
“¡Por Dios! ¡Te has enamorado! ¡Eso lo explica todo! Yo que comenzaba a
temerme lo peor, creyendo que un ser maldito se había apoderado de ti o algo
similar…”
Chrystal se refería exactamente a
lo que me temía. Conocía la existencia de los inmortales. ¡Tenía que ser eso!
No había otra explicación para su reacción exuberante. Aunque, ¿por qué jamás
dijo algo al respecto? Tal vez por la misma razón que yo.
─Felinnah, estoy haciendo todo lo
posible por ser paciente. No apeles a mi lado bueno en estas circunstancias, porque
no existe. Sólo me freno porque se trata de ti. Dime qué es lo que sucede. Es
una orden.
Yo respiraba agitadamente. De una u
otra forma se enteraría. Tenía que decirle, pero temía sobremanera por su vida
y por la de mi mejor amiga. Si mis conjeturas eran certeras, nada bueno podía venir
de esto. Mierda… tenía que soltarlo ya.
─Dominic, ¿hay alguna razón por la
cual las brujas no puedan tener poderes antes de los dieciocho años? ─Cuestioné
en un murmullo.
El vampiro se puso rígido y
entreabrió los labios.
─¿Qué edad tiene Chrystal? ─Exigió
saber. ¡Maldita sea! En verdad esto estaba muy mal.
─Ella… ella tiene…
─Tiene diecisiete malditos años ─respondió
sin permitirme hablar. Apretó uno de sus puños hasta que sus uñas quedaron
grabadas en su palma. Ahora sí estaba iracundo─. ¡Mierda! ¡Mierda! ¡No! No
ahora ─clamó.
─Por favor, contéstame ─requerí lo
más tranquilamente que pude.
─Las brujas de L’essence ascienden
a la magia a los dieciocho años. Antes de eso son como cualquier ser humano
común, no existe muestra alguna de sus poderes. Créeme cuando te digo que son
tremendos ─no me miraba ya. Me había dado la espalda. Volvió a ponerse tenso. Algo
más había llamado su atención. El libro de magia que había dejado en la cómoda
del pequeño cuarto. Respiró profundamente y se acercó para tomarlo. Lo hojeó
para luego, con una mano, azotarlo contra la pared. El golpe que dio al
lanzarlo fue tal, que me hizo dar un brinco. Me encontraba asustada, muy
asustada─. “La Magie Blanche” ─murmuró como si se tratara de una maldición.
─¿Dominic?
─Es su libro de hechizos y
pociones. Es su guía. La Magia Blanca y el Ocultismo ─sí, mi vampiro lo conocía
bien─. Nacen, crecen y están dispuestos a morir por combatirnos. Nos detestan y
les devolvemos el favor. Sus habilidades principales son la levitación, la
teletransportación y la fuerza, aunque en eso les ganamos por mucho. No obstante, sus múltiples trucos son
en extremo peligrosos y los que tenemos un poco de cordura nos alejamos de
ellos como parte de nuestra ley. Al menos la ley que rige a Florida y a sus
inmortales.
Mis manos temblaban. Se detuvo un
segundo, negó con la cabeza y prosiguió.
─Existe una bruja que es la más
poderosa del universo. La hechicera suprema. Se llama Madison Alexander. Ella
es su lideresa más venerada. Se casó con un vampiro de nombre Antoine Petrucci
al que todos detestan por cometer alta traición. Yo soy de otra forma de
pensar. Cada quien hace lo que desea. Yo estoy con una simple mortal, después
de todo ─dijo ásperamente.
Sus palabras me lastimaron. El
pecho se me encogió. Tragué saliva y comprendí a lo que se refería, aunque me
parecía que Chrystal no correría con la misma suerte que yo. Volteó hacia mí,
pero no me miró a los ojos.
─La historia de nuestra rivalidad
se remonta siglos atrás. Una bruja fue violada por un hombre que no tenía idea
de lo que ella era. Su venganza fue convertirle en un ser de la noche, un asesino,
un vampiro. Denna Vitrova era su nombre, y ella es la responsable de nuestra
maldición. El hombre se vio forzado a beber la sangre que había derramado por
una eternidad. Jonas Vilerious, el primer sempiterno del mundo, nuestro padre. Él
convirtió a muchos mortales en seres no-vivos para acabar con los brujos,
aunque pereció junto con la mayor parte de su descendencia. Solamente una
sobrevivió. Su hija bastarda. Devorah Vilerious. Ella es la monarca de mi
mundo. Es la princesa de la que te hablé, la que dicta los decretos que debemos
cumplir: los amras. Tiene una
fijación enfermiza por Madison y obliga a muchos de nosotros a trabajar con
ella para acabarla. Es una larga historia.
Me incorporé y le levanté la
barbilla para hacerle saber que estaba dispuesta a escuchar todo el relato.
Aunque temblaba, no le demostré más miedo. Comprendió lo que le quería decir
con mis gestos y siguió, no sin antes terminar de acomodarse la ropa. Mis
pupilas lamentaron el hecho.
─Los vampiros comunes nos
alimentamos de la sangre de humanos, aunque cuando bebemos de ella, también
absorbemos la “energía” que les mantenía con vida. Eso nos vigoriza más que la
propia sangre. El plasma de un hechicero nos convierte en seres más letales
precisamente porque contiene sus poderes. Al tomarla, se hace parte de
nosotros. Es decir, obtenemos sus habilidades, se mezclan con las nuestras. Muchos
vampiros se han enfrentado a lo largo de los años con los brujos para obtener
tal vitalidad. Madison, siendo la más portentosa de ellos, es también la más
acechada, pero es la única presa que no se nos permite tocar porque le
pertenece a Devorah. Su clan reside en Nueva Orleáns. Nosotros, los aquelarres
de Florida, no queremos tener nada que ver con los hechiceros, por lo que
hicimos un pacto con ellos. Sin embargo, la princesa ya ha requerido nuestra
ayuda en la guerra que piensa desatar en contra de la bruja suprema, de ser
necesario.
─Tal vez no lo sea ─me aventuré a
decir.
─Créeme, lo será. Nos veremos
forzados a luchar contra la magia. De negarnos, nos mataría. Tu amiga Chrystal
es una bruja, sin duda alguna. Lo cual me coloca en un terrible predicamento.
─No puedes hacerle daño ─solté como
una orden─. Si lo haces, me perderías sin remedio.
─Morirás de todas maneras ─refutó
sarcásticamente.
Exhalé fuertemente. De nuevo era el
odioso y enervante sempiterno macho.
─Te he dicho que no me importa morir
por ti o por ella. Son lo único que tiene valor en mi vida. Y no puedo creer
que después de lo vivido, me hables con tal desdén.
─No puedo hablar de otra manera. El
problema es que Chrystal me matará al conocerme y no pienso portarme dócil. Lo
siento, no puedo dejarla vivir. Es ella o yo.
Me sobrecogía lo que escuchaba. Por
todas esas razones no había querido hablarme de su aquelarre y de sus cosas,
porque sabía que tal vez tendría que irse a pelear en una batalla que no le
pertenecía. ¿Acaso me engañó cuando dijo que escaparíamos juntos? No, él nunca
lo dijo. Esa fui yo. Él simplemente no lo negó. ¿Y ahora me daba a escoger
entre alguna de sus vidas? ¡No! Debía haber alguna forma de mantenerles a raya,
a ambos. Una bruja se había casado con su peor enemigo y eso me daba
esperanzas. Era imperativo que Dominic y Chrystal encontraran una solución a revanchas
del pasado, por mí.
─Si me amas, no la tocarás. De
hecho, si me amas, me ayudarás a salvarle la vida. Chrystal está en peligro.
─¡Claro que está en peligro! ¡Tú
también lo estás! Creí haberlo mencionado antes ─socarró.
─No me vengas con eso, Dom.
─¡Es la verdad! Más de lo que pude
haber imaginado. ¡Maldita sea! ¡Mierda! ¡¿Qué no te era suficiente ser una
prostituta para arriesgar tu existencia?! ¡Tenías que mezclarte también con un
vampiro y una bruja! ¡Tenías que actuar de manera tan irracional y estúpida! ─Bramó.
─No permitiré que me hables así ─respondí
secamente, alejándome de él para salir de la casa. Una vez llegando a umbral de
la entrada, Dominic se interpuso en mi camino y estampó una de sus palmas en la
orilla de la puerta.
─Exijo que te alejes de Chrystal.
Perecerás ─demandó.
─¡Tú lo has dicho! ¡Moriré de todas
maneras! ─Respondí plantándome ante él.
─¡No de esta forma!
─¡Por ti sí puedo darlo todo, pero
no por mi mejor amiga, mi hermana! Jamás me separarán de ella, se trate de
quien se trate.
Me tomó fuertemente del brazo y le
di la cara. No me retractaría.
─¡Eres una…!
─¡¿Una qué?! ─Reté─. ¡Yo sí puedo
decirte lo que eres! ¡Eres un egoísta! No te importó asirme a ti y a tu piel
sabiendo todo lo que ocurriría. Yo tomé parte de eso voluntariamente, pero tú
sabías a consciencia lo que causarías y aun así me tomaste. Repito, nadie me
separará de Chrystal.
─¡Me estás forzando a abandonar lo
que soy por ti y por una de mis peores enemigas! ¡¿Quién es la egoísta?! ─Aulló.
─Tú me enamoraste sin medir las
consecuencias que no eran tan inciertas como lo pensaba. Nunca consideraste
soltar algo por nuestro amor. Solamente estabas aplazando el tiempo. ¿Cómo
crees que me hace sentir eso?
─Es distinto, yo también me enamoré
de ti.
─¡Y sabías desde el principio que
tarde o temprano me dejarías, a pesar de que juraste estar conmigo para
siempre!
─No fue así ─presionó los labios en
una delgada línea.
─¿Entonces cómo fue? Explícamelo,
porque no lo comprendo.
─¿Cómo podrías comprenderlo? ­─Dijo
para sí─. No puedo vivir sin ti, pero tampoco dejaré solo a mi líder.
─Supongo que ahora entiendes
perfectamente mi situación…
No pudo rebatirme más. Me miró
furioso e impotente. Soltó el marco de la puerta.
─Si te quieres ir, vete. No te detendré.
O mejor aún, me iré yo. No importa que estés atada a mí por el ritual. Jamás
volveré a verte ─agachó la cabeza como buen cobarde─. No revelaré el secreto de
tu… amiga. Sé que tú tampoco revelarás los míos.
─¡¿Qué?! ─Le inquirí. ¿En serio? ¿Prefería largarse antes de
enfrentar la situación? ¿Me abandonaría a mi suerte?
 ─Quédate con el único atisbo de mi alma, ya
que tú la despertaste. Te dejo mi corazón raído y mis besos en tu piel. Me voy
vacío y muerto, como nací. No será problema existir así ya que siempre lo he
hecho. Quédate con lo bueno de mí, te pertenece, así como yo te pertenezco.
Adiós, Felinnah.
Se dio la media vuelta y mis ojos
se desorbitaron. No podía perderlo. ¡Era imposible que se fuera de esta forma!
La garganta comenzó a arderme y mi alma se trastornó momentáneamente. El cielo
se cayó ante mí, abriendo el infierno y arrastrándome con él. Mi mente se
enfureció ante la devastación inevitable de mi universo. Dominic creía que me dejaba
todo de su persona, pero no comprendía que lo que hacía era arrebatarme atrozmente
lo más hermoso que había tenido. La felicidad parecía ser demasiado para mí. Su
huida confirmaba que lo era. Nunca había valido nada para él y no lo valdría
jamás. El orgullo me tomó entre sus garras e hice lo que hacía mejor…
arremeter.
─¡Eres un maldito cobarde! ─Grité
entre sollozos─. ¡Te detesto y siempre lo haré! ¡Maldita sea la hora que
llegaste a destruir la poca sanidad que me quedaba! ¡Lo que te llevarás contigo
será mi muerte, Dominic Lestrath! Te hago responsable de ella. Anda y vive tu
perdida eternidad en culpa, dolor y calvario. ¡Te odio!
Noté cómo detuvo su andar unos
instantes cuando le di a cargar el peso de mi fallecimiento en sus hombros. Sin
embargo, continuó.
Azoté la puerta para cerrarla con
el alma destruida y las pupilas llenas de lágrimas. El corazón se me hizo
pedazos en el pecho y su latido cesó de escucharse, aunque en realidad
retumbaba con más fuerza que nunca. Exclamé que me llevaran todos los demonios
del averno. Sentía en estómago hecho añicos y me doblé en el piso para intentar
reconfortar tan grande pesar. No lo logré.
Continué llorando sin detenerme por
varias horas. La imagen de su hermoso rostro me atormentaba. Todas las palabras
que me dijo se incrustaban como balas en mi pecho. Sentía su piel, su aroma, su
pasión cuando me poseyó. Todo lo vivido no podía desaparecer de esta manera.
Quise pensar que había sido una pesadilla, pero la realidad me abofeteaba el
rostro con cada respiración. La desesperación hizo presa de mi persona y me
puse de pie. Corrí hasta la cocina, sabiendo que sin él no podría existir más.
Sin embargo, también quería castigarle. Tomé un cuchillo y llegué hasta el
umbral de la puerta, empuñándolo con suma furia, deseando clavarlo en su
corazón o en el mío… Tal vez esa era la mejor opción, clavarlo en el mío. Lo
posé directo en mi pecho roto por el escozor del dolor.  Mis manos temblaban sin control. Percibí la
helada y afilada hoja queriendo traspasarme. Al percatarme de lo que estaba a
punto de hacer, con la respiración alebrestada y las venas ardiendo dentro de
mí, dejé caer el cuchillo y me desplomé en el suelo, apoyando mi espalda en una
de las paredes. No podía rendirme ahora que Chrystal me necesitaba.
 Observé el amanecer a través la cortina de
llanto que colmaba mis pupilas. Me pareció el amanecer más tétrico. El cielo
estaba cubierto de nubes de lluvia. De nuevo, la maldición de mi apellido había
hecho de las suyas. Caí rendida horas después de lo acontecido. Las gotas que
repiqueteaban agitadamente, haciendo contacto con el techo y las ventanas de mi
pequeña casita, me adormecieron. Acepté que mi destino sería siempre sombrío y
también acepté mi inevitable muerte. De todos modos, Dominic se había llevado
lo poco que quedaba en mí. Así que ahora me dedicaría a pelear con Chrystal por
su causa y de ahí, desaparecería de esta tierra. Ya no podía hacer nada más. Ya
no quería hacer nada más.

Desperté con los ojos hinchados y
el alma partida en dos. Lo primero que hice fue recordar el rostro de mi
inmortal dándose la media vuelta y alejándose de mí. Las lágrimas se agolparon
de nuevo en mis ojos, pero un detalle un tanto escabroso hizo que me las
limpiara. No había señal de Chrystal por ningún lado. Volteé hacia la mesita
donde siempre asentaba sus llaves. Nada. No había llegado a dormir. Me paré
céleremente, sintiendo el agudo dolor de todas mis extremidades. Busqué por
todas partes y no la encontré. Me temí lo peor. Dominic. Tal vez él la había
encontrado y asesinado.
─No, no por favor ─supliqué.
Corrí hasta el cuarto para ponerme
unos jeans y una blusa blanca sin mangas. Me percaté de que todavía no había
levantado el desastre de la noche anterior. Las sábanas permanecían
desordenadas y manchadas de sangre como recordatorio de mi masacre. Me sacudí
la cabeza para pensar claramente. Las quité y las lancé a la basura. Con el
colchón no podía hacer nada, así que se quedaría ahí, inerte, cual espectador
silencioso del amor que arrastraba mi alma. Levanté mi cabello en una coleta y
me llevé unas zapatillas deportivas a los pies. Tomé una chaqueta porque la
temperatura era un poco más baja de lo normal. Entré al baño y cuando miré al
espejo, noté una carta pegada en él. Era de Chrystal. La abrí haciéndome leves
cortadas de papel en las manos, y leí.

Sky, he ido a buscar a mis padres. No podía exigirte más de lo que me
has dado. Has sido mi madre, mi padre, mi hermana, mi todo. Prometo que
retornaré para que este calvario se acabe y vengas con nosotros donde podamos
protegerte. Haré todo lo que esté en mi poder para que conserves la vida que
tanto amo. Sé de Dominic, aunque tal vez tú no sepas quién es en realidad. Te
vi con él en la playa esta noche. Prometo rescatarte de sus malditas garras. Debo
decirte la verdad, porque de otra manera no sobrevivirás. Él es un vampiro. Un
asesino despiadado, parte del aquelarre Lestrath, uno de los más mortíferos de
Florida. ¿Que cómo lo sé? Porque yo soy una bruja. Mi verdadero nombre es
Renatta Graciano. Pertenezco al clan Graciano de Orlando. Un inmortal llamado
Damien Wallace asesinó a mi hermano Sebastian. También intentó matarme, y ahora
espera que me convierta en una verdadera bruja para terminar con mi existencia
que pone en riesgo la suya. Él sabe que sobreviví a su ataque y culpó a su
hermana Tabatha y a los demás miembros de su aquelarre de nuestra supuesta
muerte, ya que mis padres movieron cielo, mar y tierra para encontrarnos.
Incluso llamaron al clan guerrero de hechiceros, los Killian, para asesinar a
los aquelarres de Florida y cobrar las vidas de mi hermano y la mía. Por tal razón,
el líder del aquelarre Ricci exigió una respuesta y Damien se la proporcionó
erróneamente. No sé qué es lo que planea, pero es sumamente fuerte. Cada vez
que te decía que iba con un cliente, desde que escapamos de las manos de
Flavio, mentía. Me dediqué a buscar respuestas a mis preguntas. Seguía a los
Wallace. Tuve demasiada suerte de que no me capturaran. El dinero lo obtenía
robando a mis “clientes”. Si te mantuve a raya de todo esto era porque deseaba
que estuvieras a salvo, aunque Dominic te encontró de alguna manera. Supongo
que también sabía de mí y te utilizó. Seguramente deseaba tanto mis poderes
como el mismo Damien. A eso se dedican esos seres sin alma, a la devastación.
Son sanguijuelas, carroñeros que viven de energías robadas. No regresé con mi
familia cuando murió Sebastian porque les perseguirían por mí causa. Jamás
hallaron mi cuerpo, por supuesto, aunque supusieron lo peor ya que Damien dejó
piezas de mi ropa y mi sangre regadas en la escena. He ahí la razón por la cual
hui y llegué hasta ti, mi salvación. Debes encontrar consuelo en saber que,
aunque sí sufrí vejaciones en mi cuerpo, lo hice voluntariamente para no
permitir que los míos padecieran. Ahora todo ha caído en su lugar. Ascenderé
mañana y mis poderes surgirán. Nunca fui débil en realidad. Perdóname por todas
las mentiras. Perdóname por no haberte alejado antes de la basura en que
estuvimos inmersas. Tampoco yo podía hacerlo, no todavía. Perdóname, te lo
ruego. Ya nada será igual después de mañana. Les contaré a mis padres de tu
valía y haré que te asciendan también. Me niego a permitir que un “perverso” te
arrebate de mi lado. Te proporcionaré las armas para luchar con todo. No estoy
bromeando. Nunca me mofaría de ti con tanta vileza. Aléjate de Dominic.
Resguárdate hasta que regrese. Espérame y no hagas algo estúpido, te lo ruego.
Tienes la valía para soportar L’essence, sólo necesitas la guía. Aunque debo
advertirte que deberás deshacerte de todo impulso nocivo. Eso solamente tornaría
las cosas en tu contra. Es imperativo. Te amo, Sky. Espera mi regreso, hermana.

Arrugué la nota con el corazón
acelerado. ¿Yo, una bruja? No sabía si sería capaz de asimilar tal cosa. No
había nacido para ello. Una voz muy dentro de mí repetía que eso no era lo que
deseaba. Mi ser entero gritaba que ese no era el camino. Si ascendía como
Chrystal, o Renatta, quería, Dominic
se convertiría en mi enemigo. Esto era muy extremo para digerirlo en tan poco
tiempo. No importaba que ya le hubiese perdido, enfrentarme a él era una idea
repulsiva. No obstante, la familia de Chrystal buscaría al tal Damien Wallace y
probablemente también el aquelarre Lestrath una vez que supieran de lo ocurrido
con su hija. Si le advertía a Dom del ataque, entonces los brujos correrían
peligro. Negué con la cabeza. Después de
todo, sí tienes que elegir,
idiota.
Me dije. Unirme a mi amiga o arriesgarla por el vampiro que me había abandonado.
No me sentía tan compasiva con él ahora, y la bruja, tan extrañamente como
sonara, había sufrido conmigo todo. Contrario a lo que pensaba, me cuidaba más
de lo que yo alguna vez la cuidé. Si era mi deber, escogería a mi amiga.
Dominic ya no estaba conmigo. Convencería a Chrystal de que dejaran en paz a
los Lestrath y contaría mi versión de la historia. No podía ser cierto que me
hubiese utilizado para llegar a ella. Yo fui testigo de la sorpresa en su
mirada cuando él mismo descubrió quién era Chrystal. Amaba al vampiro y siempre
lo haría. Tenía razón, las cosas eran sumamente complicadas, pero arriesgaría
todo en esta empresa. Iría a buscar a Chrys inmediatamente.



































































































































































































Tomé el dinero que guardaba en un
frasco dentro de uno de mis cajones y salí de la casa, echándole un último
vistazo, sabiendo que probablemente sería la última vez que estuviera ahí, y me
dispuse a ir a Orlando para enfrentar mi destino.

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